¿Qué escuelas de Geografía para educar en ciudadanía?
Xosé Manuel SOUTO GONZÁLEZ
Los cambios sociales y tecnológicos que se han producido en el inicio del tercer milenio han obligado a replantearse las metas educativas. La geografía escolar, institucionalizada en el siglo XIX y XX, no es útil para responder a los nuevos retos ciudadanos. Sin embargo, las rutinas escolares y la opinión pública resisten a las innovaciones académicas; por eso es preciso cambiar la mentalidad tradicional desde el análisis riguroso de la selección de los contenidos didácticos. Para esta tarea los proyectos curriculares son un instrumento relevante.
Cuando se debate acerca de la organización del currículo escolar se suele
identificar cada materia escolar con una sola manera de entender este
conocimiento. En el caso de la geografía se alude al papel de esta materia en la
enseñanza o de su relación con la historia y otras ciencias sociales. Todo un
discurso que reduce su aportación a una concepción decimonónica del saber
académico. Así la geografía y la historia eran las encargadas de dar cuenta del
sentido patrio del devenir histórico y del territorio organizado políticamente4; una
formación destinada a las elites sociales, pues ellas eran las destinatarias de
estas informaciones que se desarrollaban en Primaria Superior y Secundaria.
Más tarde fue necesario compendiar estos hechos en unos manuales
destinados a una población más numerosa. Desde entonces, finales del siglo
XIX e inicio del XX, los equívocos entre pasado e historia, entre espacio y
territorio o entre cronología y tiempo no han hecho más que aumentar.
En efecto, nuestra tesis indica que la manera de entender la geografía escolar
se remonta a la sistematización que hace Paul Vidal de la Blache (1845-1918)
del conocimiento geográfico, una descripción de diferentes territorios (regiones
y Estados) en las cuales se combinaban factores del medio físico y de la acción
antrópica. Cuando en el siglo XX surgen nuevas formas de entender la
explicación geográfica del espacio, la consiguiente especialización
(geomorfología, climatología, biogeografía, geografía del género...) da lugar a
una fragmentación disciplinar que hace difícil seguir manteniendo las mismas
posiciones educativas. Los geógrafos universitarios ya no mantenían unas
metas semejantes, que estaban determinadas por la idea de la armonía entre el
medio físico y la acción antrópica. Aparecen nuevas preocupaciones que no
eran ajenas al crecimiento de la urbanización y de los conflictos que aparecían
en la ordenación del territorio.
La crisis de la educación geográfica y de su pérdida de identidad surge en la segunda mitad del siglo XX asociada en gran medida a su imagen de síntesis de conocimientos sobre un territorio, que además solía coincidir con un Estado- nación. En el campo de la educación obligatoria la geografía debía consolidar su posición en el conjunto de las ciencias sociales, lo que le daba lugar a que abandonara sus preocupaciones ambientales. Una posición que fue duramente criticada por los geógrafos que reivindicaban el predominio de la síntesis regional como esencia del saber específico. Frente a esta posición dominante otras personas defendían (defendimos) la posibilidad de organizar actividades de aprendizaje en relación con problemas sociales y ambientales que eran objeto de preocupación para un gran número de personas. Ello implicaba estudiar los cambios epistemológicos en la geografía y analizar con cuidado las preocupaciones sociales y las capacidades de aprendizaje del alumnado. Todo ello nos conducía a un camino lleno de incertezas, pero también pleno de ilusiones por investigar e innovar.
Por eso se hace preciso estudiar los intereses concretos de los investigadores
en sus prácticas profesionales. No hay duda que el Estado de las Autonomías
en España favoreció el auge de monografías y síntesis regionales, que
rehabilitaron el papel de la geografía tradicional en beneficio de las autoridades
políticas locales y autonómicas. Igualmente los informes técnicos que solicitan
las instituciones ha influido en el auge de las técnicas y metodologías
relacionadas con la ordenación del territorio y el desarrollo sostenible, donde la
geografía se reduce a una panoplia de contenidos técnicos. Es entonces
cuando esta materia se convierte en una justificación, en una referencia de
autoridad, para consolidar determinadas ordenaciones territoriales. Incluso
diferentes grupos de innovación educativa (R. Sensat, Clarión, Escola Aberta,
Tossal) han organizado sus programas didácticos desde planteamientos que
suponían una superposición lineal de escalas territoriales administrativas:
pueblos, municipios, comarcas, provincias, Comunidades Autónomas, España. Respecto al papel que juega la geografía en la investigación sobre el espacio
me parece de gran importancia fijar las relaciones que se establecen entre el
sujeto investigador y el objeto de investigación, que muchas veces es también
un sujeto que vive en las mismas condiciones sociales que la persona que lleva
a cabo el estudio. En un caso el investigador formula su proyecto a partir de
una necesidad sentida por la población e interpretada por él desde su particular
ideología y rigor académico, que se transforma en una hipótesis de trabajo; un
ejemplo es lo que analiza el profesor Capel y sus colabores en el portal
Geocrítica respecto a Barcelona, así como los relatos de vida que transcribe E.
Soja (2008) respecto a Los Ángeles o bien las evidencias empíricas que sirven
para ejemplificar sus teoría a D. Harvey con la ciudad de Baltimore. Ejemplos
semejantes de compromiso con las demandas sociales los podemos encontrar
en el caso de W. Bunge y sus expediciones geográficas14, con el objetivo de
poder entender mejor el espacio cotidiano, algo que constituía el objeto de sus
investigaciones, de tal manera que los investigadores querían sumergirse en el
mundo social que analizaban (Mattson, 1978). Un asunto que se proyecta a la
didáctica de la historia, sobre todo cuando ésta se centra en el análisis de un
territorio concreto, como han mostrados los estudios de Encarna Gil (1993) y A.
Brusa y L. Cajania (2005) para el estudio de África, pues los estereotipos
sociales dificultan el estudio histórico.
Los cambios sociales y tecnológicos que se han producido en el inicio del tercer milenio han obligado a replantearse las metas educativas. La geografía escolar, institucionalizada en el siglo XIX y XX, no es útil para responder a los nuevos retos ciudadanos. Sin embargo, las rutinas escolares y la opinión pública resisten a las innovaciones académicas; por eso es preciso cambiar la mentalidad tradicional desde el análisis riguroso de la selección de los contenidos didácticos. Para esta tarea los proyectos curriculares son un instrumento relevante.
1.-El mito de la geografía “en singular”: de la dialéctica de los paradigmas
a la pluralidad de enfoques.
El traslado de la geografía académica al marco escolar
La crisis de la educación geográfica y de su pérdida de identidad surge en la segunda mitad del siglo XX asociada en gran medida a su imagen de síntesis de conocimientos sobre un territorio, que además solía coincidir con un Estado- nación. En el campo de la educación obligatoria la geografía debía consolidar su posición en el conjunto de las ciencias sociales, lo que le daba lugar a que abandonara sus preocupaciones ambientales. Una posición que fue duramente criticada por los geógrafos que reivindicaban el predominio de la síntesis regional como esencia del saber específico. Frente a esta posición dominante otras personas defendían (defendimos) la posibilidad de organizar actividades de aprendizaje en relación con problemas sociales y ambientales que eran objeto de preocupación para un gran número de personas. Ello implicaba estudiar los cambios epistemológicos en la geografía y analizar con cuidado las preocupaciones sociales y las capacidades de aprendizaje del alumnado. Todo ello nos conducía a un camino lleno de incertezas, pero también pleno de ilusiones por investigar e innovar.
Los diferentes contextos sociales de los investigadores y profesores
2.- Los modelos educativos y las teorías geográficas: De las teorías
paradigmáticas de aprendizaje a la diversidad social.
En relación con la educación que se persigue a través de la geografía como materia de formación también entendemos que existen diversas maneras de organizar los modelos curriculares; o sea, cómo y qué se enseña. En España es predominante una concepción que entiende que el profesorado y los manuales escolares son los depositarios del saber y los alumnos sus receptores pasivos. También es cierto que se han abierto nuevos enfoques a la innovación didáctica, que han considerado la evolución de los paradigmas y las necesidades sociales. Sin embargo, el camino de las mejoras pedagógicas es mucho más complejo, pues no sólo concierne al cambio de métodos y objetivos de investigación, sino también a la capacidad para convencer a otros colegas para romper con la hegemonía cultural de los temarios y libros de texto.
Las investigaciones e innovaciones en didáctica de la geografía se han
preocupado por el papel de las escuelas o tendencias dentro del campo
disciplinar. En más de una ocasión se ha definido esta cuestión como una
relación directa entre los denominados paradigmas en geografía y su aplicación
didáctica en el mundo escolar. Sobre este particular quiero hacer dos
precisiones iniciales.
En este sentido podemos encontrar algunas referencias de profesores que han estudiado dicha relación. Nosotros consideramos los ejemplos de Pilar Benejam y de Ma Jesús Marrón Gaite, pues representan a dos personas que han influido claramente en dos instituciones de fuerte implantación entre el profesorado de Didáctica de las Ciencias Sociales de las Escuelas de Magisterio (el Grupo de Didáctica de las CC.SS. y el Grupo de Didáctica de la AGE). La profesora Pilar Benejam se preocupó por relacionar el conocimiento didáctico de la geografía con las teorías de aprendizaje. Según ella el modelo constructivista supuso una conmoción, pues integró las propuestas humanistas y conductistas, defendiendo que estas teorías “permeten i preparen una escola crítica i alternativa” (Ibid.; 51). Su optimismo reflejaba la aceptación de este modelo que se
consideraba un “paradigma emergente” en la metodología didáctica y que difundió en los momentos de expansión de la reforma educativa española de los años noventa. Con el paso del tiempo se ha visto que las fronteras que definen esta teoría son consustanciales a la propia didáctica, como son sus propios límites internos, o sea la incapacidad para analizar los factores sociales que determinan el papel de alumnos y profesores en un centro escolar.
En relación con la educación que se persigue a través de la geografía como materia de formación también entendemos que existen diversas maneras de organizar los modelos curriculares; o sea, cómo y qué se enseña. En España es predominante una concepción que entiende que el profesorado y los manuales escolares son los depositarios del saber y los alumnos sus receptores pasivos. También es cierto que se han abierto nuevos enfoques a la innovación didáctica, que han considerado la evolución de los paradigmas y las necesidades sociales. Sin embargo, el camino de las mejoras pedagógicas es mucho más complejo, pues no sólo concierne al cambio de métodos y objetivos de investigación, sino también a la capacidad para convencer a otros colegas para romper con la hegemonía cultural de los temarios y libros de texto.
El diálogo entre paradigmas y modelos educativos
En este sentido podemos encontrar algunas referencias de profesores que han estudiado dicha relación. Nosotros consideramos los ejemplos de Pilar Benejam y de Ma Jesús Marrón Gaite, pues representan a dos personas que han influido claramente en dos instituciones de fuerte implantación entre el profesorado de Didáctica de las Ciencias Sociales de las Escuelas de Magisterio (el Grupo de Didáctica de las CC.SS. y el Grupo de Didáctica de la AGE). La profesora Pilar Benejam se preocupó por relacionar el conocimiento didáctico de la geografía con las teorías de aprendizaje. Según ella el modelo constructivista supuso una conmoción, pues integró las propuestas humanistas y conductistas, defendiendo que estas teorías “permeten i preparen una escola crítica i alternativa” (Ibid.; 51). Su optimismo reflejaba la aceptación de este modelo que se
consideraba un “paradigma emergente” en la metodología didáctica y que difundió en los momentos de expansión de la reforma educativa española de los años noventa. Con el paso del tiempo se ha visto que las fronteras que definen esta teoría son consustanciales a la propia didáctica, como son sus propios límites internos, o sea la incapacidad para analizar los factores sociales que determinan el papel de alumnos y profesores en un centro escolar.
Cuadro 1: Escuelas geográficas y elementos de la programación escolar
Escuela
|
Conceptos
|
Habilidades
|
Actitudes
|
Regional
|
Región, país, modo
de vida, territorio,
zonas climáticas
|
Método inductivo,
observación, mapas,
descripción,
distribución espacial
|
Búsqueda de la
armonía entre acción
antrópica y medio
natural
|
Cuantitativa
|
Nodos, flujos,
jerarquías espaciales
región funcional
|
Método deductivo,
gráficas accesibilidad
estadísticas
|
Búsqueda de la
racionalidad de las
funciones humanas
en el espacio
|
Radical
|
Espacio social,
segregaciones,
desigualdades
|
Trabajos de campo y
compromiso social.
Dialéctica marxista
|
Búsqueda de la
justicia social en los
espacios mundiales
|
Percepción
|
Nodos, hitos, bordes
(imágenes espacio)
Espacio complejo
|
Encuestas, contraste
de puntos de vista
espaciales
|
Búsqueda de la
racionalidad del
comportamiento
|
Humanística
|
Espacio vivido,
paisajes
|
Entrevistas, guiones
de vida
|
Comprender las
diferencias subjetivas
|
Postmoderna
|
Espacio concebido,
percibido y habitado
|
Interpretación de
discursos
|
Comparar visiones
parciales
|
Ecosistémica
|
Procesos ecológicos,
medio estable e
inestable
|
Interacción de
variables
|
Explicación de la
acción humana en el
sistema ecológico
|
La quiebra del cambio paradigmático en los años finales del veinte
Desde una posición teórica de cambio de paradigma, la geografía escolar se podía entender como una práctica positivista, en la cual se producía una trasposición desde el ámbito académico al escolar. Son los años ochenta y noventa, en las cuales se difunden las teorías de Audigier, que tiene un núcleo difusor en Barcelona, muy próximas a las expuestas por Chevallar para las matemáticas. Una posición que será revisada en las décadas finales del milenio por autores procedentes del campo de la historia de la educación: Goodson, Chervel o Raimundo Cuesta (2003). Las relaciones entre el conocimiento científico y el escolar legitiman las materias escolares como productos que proceden del saber docto, pero que llegan al aula a través de los agentes y medios de las instituciones escolares, lo que genera una forma específica de producción.
revisa la organización de esta materia en relación con la existencia de una
cultura escolar autónoma, que se entiende que se organiza de acuerdo con las
necesidades propias del marco escolar y no tanto como trasposición del saber
docto (Rodríguez Lestegás 2002); es aquí donde triunfa una posición de la
geografía como única y que toma como referencia la cultura hegemónica que se
quiere transmitir: un conocimiento estático de países y capitales.Me parece que ambas posturas muestran los intentos de definir este complejo
diálogo que se establece entre las investigaciones particulares y las respuestas
docentes a un ordenamiento administrativo (el currículo) y unas necesidades
sociales (educar a una población heterogénea).
Por mi parte, entiendo que el profesor-investigador tiene un campo de trabajo
en la propia aula escolar, siendo su objeto de análisis el propio aprendizaje de
los alumnos. A este menester han colaborado algunos grupos pedagógicos y se
han elaborado algunos pocos proyectos curriculares, como el que vamos a
comentar en las próximas líneas. Y ello pese a que en España se han
confundido los proyectos curriculares con dos elementos de diferente
significado; por una parte materiales curriculares aislados y, por otra, con los
proyectos curriculares de centro, entendiendo que éste era el motor del cambio
didáctico.
Sabemos que un proyecto de este tipo está enfocado a una “inmensa minoría”, pues supone ir contracorriente. Se trata de crear una conciencia crítica entre el alumnado y entre los docentes que nos escuchan y leen. También aspiramos a reflexionar conjuntamente con otras personas que no forman parte de la interacción del aula, empezando por las familias de los alumnos y acabando por los vecinos que se organizan para plantear políticamente sus reivindicaciones. Es un proyecto que se inserta en un pensamiento crítico de la institución escolar y que reivindica el derecho a la educación para crear espacios públicos de comunicación cultural. Y desde la geografía se puede hacer una labor necesaria, aunque insuficiente. Necesaria para desentrañar los estereotipos que existe sobre esta materia y la realidad que analiza. Insuficiente, pues el conocimiento disciplinar necesita de la colaboración de otras parcelas del saber.
Sin duda esta selección está sesgada por la visión de un proyecto. Y existen
otras posibilidades. De eso se trata. Si el lector entiende que existen otras vías
para seleccionar contenidos, crear un método de aprendizaje, desarrollar las
técnicas de trabajo y evaluar los resultados es obvio que hemos acertado con
Desde una posición teórica de cambio de paradigma, la geografía escolar se podía entender como una práctica positivista, en la cual se producía una trasposición desde el ámbito académico al escolar. Son los años ochenta y noventa, en las cuales se difunden las teorías de Audigier, que tiene un núcleo difusor en Barcelona, muy próximas a las expuestas por Chevallar para las matemáticas. Una posición que será revisada en las décadas finales del milenio por autores procedentes del campo de la historia de la educación: Goodson, Chervel o Raimundo Cuesta (2003). Las relaciones entre el conocimiento científico y el escolar legitiman las materias escolares como productos que proceden del saber docto, pero que llegan al aula a través de los agentes y medios de las instituciones escolares, lo que genera una forma específica de producción.
En las publicaciones de Pilar Benejam (1987 y 1989) hemos encontrado un
ejemplo de cómo se traslada el conocimiento académico al marco escolar. Así
la geografía escolar deseable constituiría un saber contextual, contrastado,
dinámico y creciente, razonado y persuasivo, estructurado, activo y significativo;
con un compromiso ideológico, que no se hace explícito. Desde otra posición se
Una alternativa: los proyectos curriculares y el modelo del profesor investigador
La renovación pedagógica, presupuesto básico para aumentar la calidad docente, ha incidido desde los años setenta en la reivindicación de la figura del profesor-investigador19. Sin embargo, en el caso concreto de la didáctica de la geografía y de la historia este papel se ha confundido con el de una persona que hace su trabajo al margen de la tarea docente; o sea, una persona que se desplaza a los archivos locales, realiza diversos trabajos de campo y cita bibliografía académica. Creemos que este sesgo de la investigación ha estado muy determinado por la coyuntura de los estudios comarcales y municipales después de la “reconquista” democrática del poder local en el período de 1975 a 1978, donde bajo una aparente investigación educativa se repetían los tópicos de la geografía regional aplicada a un territorio próximo y con una escala grande: el municipio o la Comunidad Autónoma donde se ubicaba el centro escolar.
La renovación pedagógica, presupuesto básico para aumentar la calidad docente, ha incidido desde los años setenta en la reivindicación de la figura del profesor-investigador19. Sin embargo, en el caso concreto de la didáctica de la geografía y de la historia este papel se ha confundido con el de una persona que hace su trabajo al margen de la tarea docente; o sea, una persona que se desplaza a los archivos locales, realiza diversos trabajos de campo y cita bibliografía académica. Creemos que este sesgo de la investigación ha estado muy determinado por la coyuntura de los estudios comarcales y municipales después de la “reconquista” democrática del poder local en el período de 1975 a 1978, donde bajo una aparente investigación educativa se repetían los tópicos de la geografía regional aplicada a un territorio próximo y con una escala grande: el municipio o la Comunidad Autónoma donde se ubicaba el centro escolar.
Sabemos que un proyecto de este tipo está enfocado a una “inmensa minoría”, pues supone ir contracorriente. Se trata de crear una conciencia crítica entre el alumnado y entre los docentes que nos escuchan y leen. También aspiramos a reflexionar conjuntamente con otras personas que no forman parte de la interacción del aula, empezando por las familias de los alumnos y acabando por los vecinos que se organizan para plantear políticamente sus reivindicaciones. Es un proyecto que se inserta en un pensamiento crítico de la institución escolar y que reivindica el derecho a la educación para crear espacios públicos de comunicación cultural. Y desde la geografía se puede hacer una labor necesaria, aunque insuficiente. Necesaria para desentrañar los estereotipos que existe sobre esta materia y la realidad que analiza. Insuficiente, pues el conocimiento disciplinar necesita de la colaboración de otras parcelas del saber.
Implicaciones en la praxis escolar
La praxis escolar la podemos definir como la adopción de una serie de medidas conducentes para confeccionar un conjunto de actividades didácticas. Dicha actuación está guiada por nuestros conceptos del saber escolar. Hemos pretendido reflejar en líneas precedentes cómo puede influir en esta toma de decisiones el hecho de tener un conocimiento riguroso sobre la pluralidad de perspectivas de análisis geográfico; o sea un proyecto curricular. Un saber que implica una impugnación de la singularidad y pretendida especificidad de la disciplina escolar que llamamos geografía. En el cuadro 2 tratamos de sistematizar las consecuencias que se derivan de esta posición.
Cuadro 2. Toma de decisiones por parte del profesorado que conoce la pluralidad de escuelas geográficas.
La praxis escolar la podemos definir como la adopción de una serie de medidas conducentes para confeccionar un conjunto de actividades didácticas. Dicha actuación está guiada por nuestros conceptos del saber escolar. Hemos pretendido reflejar en líneas precedentes cómo puede influir en esta toma de decisiones el hecho de tener un conocimiento riguroso sobre la pluralidad de perspectivas de análisis geográfico; o sea un proyecto curricular. Un saber que implica una impugnación de la singularidad y pretendida especificidad de la disciplina escolar que llamamos geografía. En el cuadro 2 tratamos de sistematizar las consecuencias que se derivan de esta posición.
Cuadro 2. Toma de decisiones por parte del profesorado que conoce la pluralidad de escuelas geográficas.
Elemento educativo
|
Incidencia desde la pluralidad
geográfica escolar
|
Selección de contenidos
|
Referencia a medios ecológicos, problemas
sociales o a ordenación urbana del territorio
|
Metodología de aprendizaje
|
Tomar como referencia las percepciones
espontáneas de un lugar, explicar un lugar
que forma parte de las vivencias. Construir
los conceptos en geografía
|
Técnicas en geografía
|
Cartografía temática, unidades de magnitud,
gráficos estadísticos, lectura de imágenes
|
Evaluación de resultados
|
Expresión pública de los resultados, valorar
el proceso de elaboración, relación con las
personas y lugares estudiados
|
este artículo. Y desde aquí invitamos a las instituciones educativas a
promocionar la vía de los proyectos curriculares, que desde mi perspectiva es la
mejor opción para favorecer la innovación educativa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario